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Rigoberto Sánchez Fuentes,  Historiador. Magíster en Relaciones Internacionales La derecha ha optado por una estrategia de “guerra de baja intensidad” en contra de la... En vez de la Guerra

Rigoberto Sánchez Fuentes,  Historiador. Magíster en Relaciones Internacionales

La derecha ha optado por una estrategia de “guerra de baja intensidad” en contra de la ciudadanía movilizada. El enemigo son todos los “otros”: el estudiante de Enseñanza Media y universitario, funcionarios públicos y trabajadores, el Rector de la Universidad de Chile y el Presidente del Senado, los dirigentes de la CONFECH y los hinchas de Colo-Colo, los ambientalistas y los taxistas; es decir, los actores sociales y los ciudadanos que cuestionan el orden vigente. A ellos, se agrega, incluso, los Jueces de Garantía.

La guerra, concebida como la imposición violenta de la propia voluntad sobre los demás, se ha convertido en la matriz general del dispositivo de poder del complejo empresarial gobernante, decidido en transformar a quienes se manifiestan públicamente  en enemigos del Estado. De este modo, el castigo  y su amenaza legal, pretenden convertirse en principios ordenadores de las relaciones políticas, en la pretensión de imponer en la escena pública una lógica de  obediencia o represión.

No es  una opción improvisada, provocada por la desaprobación en las encuestas, el malestar social o el fracaso manifiesto; se trata, en los hechos, de la seña de identidad distintiva de este sujeto histórico, actualizada en la presente coyuntura, cuando a consecuencia de la desaparición de las políticas públicas socialdemócratas y el acceso del utopismo neoliberal al Poder Ejecutivo, la ciudadanía ha podido identificar a los adversarios sistémicos de la buena vida a la que tienen derecho, manifestando en la escena pública su rechazo.

Es posible encontrar explicaciones para la renovación de este atávico “espíritu”   entre la elite  derechista en su reconocida condición de minoría, en la “cultura de trinchera” con la cual hicieron oposición durante veinte años, refugiados en los enclaves autoritarios de la constitución impuesta,  en las prácticas  de  violencia institucionalizada durante la dictadura.

También merece considerarse, la carencia de espacios y de prácticas de socialización deliberativa, de convivencia plurisocial y multicultural que manifiesta este reducido colectivo: en el negocio familiar, de propietarios nacionales o sirviendo en consorcios transnacionales, el bufete, la propiedad agrícola, la inmobiliaria, la sociedad de inversiones o en la bolsa; no se aprende acerca de derechos sociales, económicos y políticos, tampoco el ejercicio de la  tolerancia, sólo maximizar el capital y resguardar su reproducción.

En este contexto, la oposición debe insistir en la política, como  discusión razonada de todas las cuestiones públicas, en la movilización ciudadana, en la utilización de las calles, plazas y avenidas como escenarios de convivencia y participación, en el ejercicio de las instituciones democráticas y en el respeto de la dignidad de todas y todos. Por ello, promover  la deliberación en la construcción de la voluntad colectiva,  contestar  el intento por multiplicar las formas de violencia estatal y discutir un nuevo horizonte de desarrollo en igualdad, constituyen tareas urgentes: práctica y pedagogía democrática en vez de regresión autoritaria.

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