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Julio Cámara Cortés, Consejero Regional.-  El año que termina, ha sido, que duda cabe, un año intenso, cruzado por la movilización social y el... El 2011 o el año de la pérdida  de la inocencia

Julio Cámara Cortés, Consejero Regional.- 

El año que termina, ha sido, que duda cabe, un año intenso, cruzado por la movilización social y el protagonismo de los jóvenes que lideraron y pusieron en el centro de las demandas la gratuidad y la calidad de la educación

Es también, y como extensión del conflicto estudiantil, que incorporó reinvindicaciones varias,  el año que podríamos definir como el de la “pérdida de la inocencia” por parte de una ciudadanía que constata, por su propia experiencia y participación directa e indirecta en estas movilizaciones, que efectivamente las “instituciones funcionan”, como lo dijo en su oportunidad un ex -mandatario,  pero, que lo viene haciendo hace mucho  en dirección contraria a sus inquietudes y aspiraciones de mayor justicia y equidad social.

Estableciendo con ello, un fuerte cuestionamiento a diversas expresiones de esta institucionalidad, a nivel político, económico y social, lo que plantea un año 2012 con más interrogantes que certezas respecto del curso de los acontecimientos.
Lo que viene

El  2012, no es ningún misterio, se avisora también difícil y movido política y socialmente, con un movimiento estudiantil que ha reordenado sus fuerzas y que aún no ha jugado todas sus cartas, y que se prevé arremeterá con más ímpetu por sus demandas, con la ventaja de haber ganado experiencia y soltura para moverse en una cancha que está también abierta a sumar a otros protagonistas.

Un hecho no menor a tener en cuenta, es que las demandas y movilizaciones del próximo año, se darán en un contexto de elecciones municipales y con una flamante ley de inscripción automática que incrementará el padrón electoral en unos 4 millones de potenciales nuevos votantes, una fuerza con capacidad de decisión suficiente para desvelar principalmente a la oposición, que ha sido reiteradamente castigada en los sondeos de opinión pública. 

Aún así, mi conclusión es que el 2011, no obstante su sello conflictivo, termina  con más esperanzas que pesimismo sobre lo que viene para el 2012, quizá porque han sido los jóvenes, el denominado “futuro de Chile”, los que asumieron  la tarea de remecer la “modorra” en la que hacía años habíamos caído los más adultos.

Adultos adormecidos por un sistema político excluyente y un modelo económico heredados de la dictadura, que ensanchó las brechas de la desigualdad y la discriminación  a niveles casi escandalosos, en un país que vive creyéndose el cuento que ya juega en las “grandes ligas” de los países desarrollados.

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