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TheClinic.cl   Se confirmó el suicidio de María Verónica Molina, la ex nuera del dictador chileno Augusto Pinochet y esposa de Augusto Pinochet junior. El... La vida de María Verónica Molina, la ex de Pinochet Junior que se suicidó: Una historia de violencia y millones

TheClinic.cl   Se confirmó el suicidio de María Verónica Molina, la ex nuera del dictador chileno Augusto Pinochet y esposa de Augusto Pinochet junior. El cadáver de la mujer, de 58 años, fue encontrado por una de sus nietas el pasado sábado en su casa en el balneario de Santo Domingo, a unos 120 kilómetros al suroeste de Santiago. Revisa acá su historia a través de un reportaje publicado por The Clinic.

Archivo The Clinic

“María Verónica corrió hasta el dormitorio principal, sacando desde el interior de un velador una pistola Sig-Sauer, calibre 9 milímetros, y apuntando a Augusto Pinochet Hiriart, le exigió que se retirara del lugar, pese a lo cual este nuevamente intentó agredirla, instante en el que la detenida, frente a la inminente agresión física de la que iba a ser objeto, efectuó un disparo”. Extracto del parte policial que da inicio a la causa nº63.391-7 del 11 del Crimen de Santiago.

Al llegar al living María Verónica Molina se da cuenta de que su esposo está en la casa. La pareja lleva casi tres años separada. Pero el hombre insiste en aparecerse por ahí. Entra sin pedir permiso. Dice ir a ver a sus hijos, pero sólo quiere dinero. Y sus visitas son violentas. Su esposo es Augusto Pinochet Hiriart, el primogénito del dictador.

Al verla, Pinochet se agita. Ella se pone nerviosa.
-Ándate- le dice.
-Esta es mi casa y hago lo que quiero- contesta seco.

El hombre se pasea por el living, cada vez más molesto.
-Todo lo que hay en esta casa es mío- insiste. Se acerca al bar, saca una botella con un licor rojizo y se sirve un vaso.
-Para no perderlo todo, me voy a tomar este trago.

Mientras bebe, Pinochet le exige a su mujer que le entregue un cheque en blanco. La mujer se niega. Comienzan a discutir. Él grita. Ella insiste en que se vaya.

Hay una pausa. Breve y cortante.

Luego Pinochet salta sobre la mujer y comienza a ahorcarla.

Molina se escabulle y corre hasta el dormitorio principal. Siente tras suyo los pesados pasos de Pinochet. Saca desde su velador una pistola marca Sig-Sauer, calibre 9 milímetros, se da media vuelta y apunta. Pinochet está en la puerta. Ella le grita que se vaya. Augusto Pinochet se abalanza con el rostro desencajado.

La mujer dispara.

El tiro da en la pierna izquierda de Pinochet, a la altura de la tibia. Pinochet grita. La sangre mancha la alfombra. Molina, temblando, llama al Hospital Militar para pedir una ambulancia. Los médicos determinan: fractura expuesta en la pierna izquierda (tibia y peroné), de carácter grave.

Es la noche del 2 de agosto de 1992. Dos semanas después Augusto Pinochet se querella contra su mujer por parricidio frustrado. Es el inicio de un proceso judicial que durará hasta diciembre de 2000.

En el expediente, al que tuvo acceso The Clinic, se ventilan las partes más violentas y secretas del matrimonio de Augusto, el primogénito. Un thriller que tiene como de fondo la misteriosa desaparición de tres millones de dólares que los chilenos conocimos en su momento como los “Pinocheques”.

Yo La Quería

María Verónica Molina tenía 13 años cuando se enamoró de Augusto Pinochet. Era la hija mayor de un matrimonio de clase media. Quedó encandilada con los ojos azules de un joven que por entonces tenía 23 años y seguía los pasos de su padre en la Escuela Militar.

Fueron novios durante tres años hasta que se casaron en 1971 en una sencilla ceremonia civil. Al poco tiempo se trasladaron a Punta Arenas donde Pinochet estaba destinado.

Todo marchó bien hasta que un camión lo aplastó contra una reja de fierro. Las fracturas múltiples le produjeron dolencias permanentes que comenzaron a afectar su carrera y su personalidad. Tenía jaquecas constantes. Cambios de humor imprevisibles. Sus traslados se hicieron frecuentes: 1972 fue Calama. 1973, Antofagasta. Tras el golpe, los Pinochet Molina se instalaron en Santiago.

Un año más tarde, Pinochet viajó a Estados Unidos para someterse a un tratamiento que lo sanara definitivamente. La terapia duró dos años, pero la pareja permaneció allá hasta los 80. Según antecedentes publicados por la revista Análisis en septiembre de 1990, durante buena parte de su estadía la pareja y sus hijos vivieron gracias a un sueldo asignado por la empresa Lan Chile. Los giros llegaban a nombres de Agustín del Pino, la chapa de Pinochet en Estados Unidos.

En el proceso por parricidio frustrado, Molina declaró que desde el inicio fue sometida “a todo tipo de apremios físico y síquicos, tales como golpes en la cara, en el cuerpo y amenazas”. También la obligaba a tener relaciones sexuales en avanzado estado de embarazo.

Hombre de Negocios

Al regresar a Chile, Pinochet está más interesado en los negocios que en ser militar. Pero no es buen empresario. Y debe hacer trampas.

Las cosas parecen cambiar cuando logra re-presentar a la americana Union Resources Corporation (URC) en un negocio con Codelco. La comisión es suculenta.

Según la investigación de la revista Análisis, los ejecutivos de Codelco se negaron a cerrar el trato con URC. El dictador, en persona, debió interceder a favor de su hijo para que el negocio fructificara.

En 1984, usando a un amigo como testafe-rro, Pinochet toma el control de la empresa Metalúrgica Nihasa Limitada.

Rebautizada como PSP esta firma consigue contratos con varias empresas públicas y privadas. Cema Chile, dirigida por su madre, le encarga los adornos de metal de todas las sedes. Y el Ejército le traspasa el acondicionamiento de sus camionetas y jeeps para adaptarlos a la represión de las manifestaciones. Con este respaldo familiar, PSP creció a la par de las ambiciones de su dueño. En 1987, Pinochet da un salto y compra Valmoval, una empresa en quiebra y administrada por el Ejército.

Valmoval se dedicaba a la fabricación de fusiles. Según cuenta Ascanio Cavallo en su libro “La Historia Oculta de la Transición”, Pinochet gestionó personalmente la compra de la empresa. Y luego se la vendió al Ejército en cerca de tres millones de dólares. Ese fue el gran negocio de su vida.

El pago se hizo en 1989 en tres cheques a nombre de Pinochet: los famosos Pinocheques.

Forrados en dólares, los Pinochet Molina volvieron a Estados Unidos. Concretamente a Sacramento, en el estado de California. Con los millones obtenidos, Pinochet pensaba instalar gimnasios. Según relata Cavallo, Pinochet abrió diversas cuentas a nombre de su mujer y sus hijos, para hacer desaparecer su nombre en esos dineros.

Al final, cerca de un millón y medio de dólares “se concentró en una cuenta personal a nombre de ella en el Banco Gran América de Sacramento”, escribe el periodista.

Pinochet no alcanzó a disfrutar de sus mi-llones. Mientras hacía los últimos traspasos, descubrió que su mujer lo engañaba con el guardaespaldas que les había asignado el Ejército.

-Todo el mundo sabe que ella tenía un amante, afirmó Pinochet en la querella por intento de parricidio. Incluso lo identificó: “el sargento segundo Juan Luis Adasme. Fue un escándalo que no supe cómo enfrentar. Estuve a punto de estrangularla, pero reaccioné. Yo peleé en comandos, así es que si hubiera querido matarla lo habría hecho”.

María Verónica Molina declaró que las agresiones físicas y verbales se intensificaron en Estados Unidos. Pero nunca entró en detalles sobre el origen de la furia del primogénito.

-Intentamos arreglar nuestro problema matrimonial y comenzamos a visitar a un siquiatra. Pero sus requerimientos para tener relaciones íntimas y mi negativa le provocaban furor. Un día, con una espada samurai me amenazó durante largo rato en la cama, dejándola caer en varias oportunidades sobre mi cuerpo.

Molina lo denunció a la policía de Sacramento. La Corte del Distrito prohibió a Pinochet acercarse al hogar. Pero las hostilidades persistieron. Meses después,

Pinochet regresó a Chile llevándose a los cinco hijos y todos los enseres de la casa. Lo que se llevó, sin embargo, no alcanzaba para recuperar el dinero de los Pinocheques.

Molina se quedó en Estados Unidos acompañada por su guardaespaldas. En 1990, volvió a Chile para recuperar a sus hijos y se radicó definitivamente en el país.

Pesadilla I

Molina declaró al tribunal que durante dos años no supo de su esposo. Hasta que éste reapareció a mediados de 1992 y “comenzó a visitar regularmente mi casa con el pretexto de ver a los niños. En una oportunidad se llevó ropa mía y, además, varias especies que nunca he podido recuperar”.

Para entonces el caso de los Pinocheques eran en un problema político mayor. La Cámara de Diputados había investigado el hecho y Pinochet había tenido que ir a declarar. Las sospechas de que el negocio había contado con la venia del dictador, pusieron al general muy cerca de la renuncia. En el momento de mayor tensión, en diciembre de 1990, Pinochet padre ordenó al Ejército acuartelarse: el famoso “ejercicio de enlace”.

La furia del general logró neutralizar las investigaciones sobre los Pinocheques. Pero no pudo controlar a su hijo. En 1992, el primogénito seguía jugando al empresario y su nueva empresa Sistemas y Productos estaba al borde de la quiebra. Si eso ocurría, los tribunales accederían a la contabilidad de la empresa y volverían a llamar la atención sobre los Pinocheques y la anuencia del dictador en el negocio.

Pinochet necesitaba urgente dinero para evitar la quiebra.

La tarde del viernes 31 de julio de 1992, Pinochet llegó a la casa de su esposa a eso de las tres de la tarde. Estaba Molina con sus hijos. Tambien la asesora

Gladys Pino y su esposo Patricio Liberona.
-Saludó y luego pidió que los dejaran solos porque debían conversar-, relató Gladys al tribunal.

Según declaró Molina, su marido le dijo que debía pagar 25 millones de pesos el lunes y no tenía cómo hacerlo. Le dijo que su padre ya no lo quería ayudar.

Que estaba pagando para que retuvieran la orden de detención, pero que si no depositaba el lunes, iría preso.
-De aquí no me voy hasta que no me entregues un cheque-, amenazó.
-No tengo nada-, le respondió ella.

La furia de Pinochet no se hizo esperar. La arrojó al suelo e intentó ahorcarla. María Verónica sintió que le faltaba la respiración.

-La señora llegó corriendo a la cocina pidiendo ayuda. Yo le dije que se calmara. Pero llegó don Augusto, la tomó, la puso contra el refrige-rador y ahí le pegó golpes que le rozaban la cara. Don Augusto se veía muy alterado y violento. Ella le pidió que se calmara- declaró Gladys.

Pero Pinochet no lo hizo. Comenzó a romper todo lo que tenía a su paso. Molina intentó huir pero su marido la agarró del pelo y comenzó a arrastrarla por el suelo hacia el dormitorio.

Cuando Gladys entró a la pieza vio lo si-guiente. “La señora estaba sentada en una silla y don Augusto la tenía agarrada del pie y se lo doblaba. Ella gritaba y yo también, porque no sabía qué hacer”.

El esposo de Gladys acudió a la habitación y Pinochet se calmó un poco. Pero fue sólo una pausa. “Luego salieron afuera y ahí nuevamente don Augusto comenzó a pegarle”, agrega Gladys.

-Traté de arrancar hacia la calle, pero me volvió a tomar, me tiró al suelo y empezó a azotarme la cabeza contra el cemento para después ahorcarme en forma violenta-, declaró Molina.

En ese instante, uno de los hijos salió de la casa con un cuchillo. Pinochet soltó a su mujer y le dijo al muchacho: “Si eres tan hombre, ¡entiérrame ahora el cuchillo!”.

A los pocos segundos llegó Pablo Zañartu, socio de la mujer en una compra y venta de autos. El hombre logró que Pinochet se retirara. Antes de hacerlo, los amenazó de muerte.

Zañartu llevó a su amiga a Carabineros para dejar constancia de los hechos.

Flor De Ministros

A pesar de la gravedad del suceso, el mayor a cargo de la 16 Comisaría de La Reina se negó a recibir la denuncia argumentando que antes se debían constatar las lesiones.

Dos días más tarde, Pinochet regresó la casa de Molina para insistir en la entrega de un cheque. Pero entonces la mujer ya había obtenido una pistola. Una Sig-Sauer que pertenecía a su supuesto amante. Esta vez la ira del primogénito terminó con un balazo en su pierna.

Molina quedó detenida durante dos noches por dispararle a su marido. Dos semanas después, Pinochet se querelló por el delito de parricidio frustrado. Exigió, además, una fuerte indemnización: 15 millones por daños directos, 12 millones por daños indirectos y 32 millones por daños morales.

Según su versión, fue la mujer la que lo agredió con un puntapie en los testículos. Y si él la agarro del cuello fue para tratar de dete-nerla. Dijo que luego la llevó al dormitorio para que se calmara, pero ella se abalanzó al velador, sacó el arma y le apuntó al cuerpo. Sólo su rapidez le permitió desviar el tiro hacia abajo.
-Yo soy un buen marido, pero ella siempre se quejaba de mis jaquecas- dijo.
-Abandonó a nuestros hijos y abandonó nuestro hogar conyugal- se lamentó.

En el 12 de noviembre de 1997, después de 5 años de litigio el 11 Tribunal del Crimen acusó a Molina de porte y tenencia ilegal de arma de fuego, debido a que la pistola no era de su propiedad.

La mujer estuvo cinco días detenida en el Centro de Orientación Femenina logrando salir en libertad previo pago de una fianza de 100 mil pesos.

La mujer apeló alegando que actuó en legítima defensa. El 10 de marzo de 2000 los mi-nistros Raimundo Díaz, Haroldo Brito y el abogado integrante Domingo
Hernández, absolvieron a la mujer de la acusación de porte ilegal de arma. Pero confirmaron la condena por el delito de tenencia ilegal y agregaron el de lesiones graves en contra de su marido.

No aceptaron el argumento de la legítima defensa por cuanto “ninguno de los testigos manifestó que el lesionado Pinochet hubiere agredido ilegítimamente a su cónyuge, puesto que todos se refirieron a una golpiza que tuvo lugar el día anterior”.

Los jueces además la condenaron a pagar a Pinochet una indemnización de un millón 800 mil pesos.

En la oportunidad, Molina declaró a la prensa que la indeminzación era una estrategia de su marido para continuar con su acoso.
-Lo conozco, está tratando de hostigarme, como lo ha hecho por largos años. El maltrato hacía mí fue constante. Él me torturaba. Mis hijos fueron testigos.

No entiendo cómo puede ser que ahora yo sea la victimaria y él, víctima -se lamentó.

Anunció que recurriría a su suegro porque, “como se sabe, Augusto siempre ha sido un hijo problema”, explicó.

Pero el suegro no estaba en condiciones de ayudar a su nuera. Llevaba ya una larga estadía en Londres detenido mientras se decidía su extradición a España.

Si el hijo practicaba la violencia intrafamiliar, el padre se dedicaba a los crímenes contra la humanidad.

Tal vez fue por la merma de poder que sufrieron los Pinochet que la Corte Suprema co-rrigió los errores procesales cometidos hasta ese momento. En diciembre de 2000, el máximo tribunal absolvió a la mujer de todos los cargos.

Pinochet se quedó así sin la indemnización que necesitaba imperiosamente.

Pero el primogénito no se dejó abatir. Él siempre se las ingenia para obtener recursos. Mientras la causa en contra de su esposa aún se investigaba, la policía lo buscaba a él en tres regiones por el presunto delito de estafa.

Haciéndose pasar como representante de “Inversiones Eco”, el primogénito compró en una automotora de Curicó cuatro vehículos por un valor total de 20 millones de pesos. En una práctica que ya se había transformado en un vicio firmó letras en la notaría local “De Rodt” para cancelar en plazos establecidos que, por supuesto, nunca cumplió.

La denuncia del dueño de la automotora llegó al mismo juzgado en que Molina fue acusada de tenencia y porte ilegal de armas. La investigación por presunta estafa quedó sin resultados ya que simplemente Pinochet “no pudo ser ubicado”.

FUENTE: The Clinic http://www.theclinic.cl/2012/03/12/una-historia-de-violencia-y-millones/

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