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Iván Vera-Pinto Soto/  Antropólogo Social, Magíster en Educación y Dramaturgo 1.- Reflexión sobre los buenos deseos: Como es habitual en el último día del... Los buenos deseos 2014

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1.- Reflexión sobre los buenos deseos:

Como es habitual en el último día del año acostumbramos a darnos abrazos, felicitaciones y parabienes por un porvenir mejor. Esta “aura mágica” se complementa con un pensamiento íntimo y sugestionador. Por unos instantes nos olvidamos de los malos momentos vividos en el año que se va y si ellos surgen en la mente queremos desecharlos para que no vuelvan a reiterarse en el año que comienza. Por lo demás, aprovechamos la ocasión para compartir un anhelo que a veces coincide con los de muchas mujeres y hombres de esta sociedad.

En fin, generalmente, estamos con otro ánimo, con otra actitud, más esperanzadora y positiva. Aunque no faltan aquellos individuos que se ponen nostálgico, tristes y melancólicos por los buenos tiempos que se fueron, por los parientes y amigos que “tomaron el último tren” o por aquellos “dolores del alma” que lo aquejan y no lo dejan dormir tranquilo. Cada cual tiene su propia historia en esa cuenta regresiva esperando el año que se avecina; a veces las imágenes futuras son claras y seguras, pero, en otras realidades, también se presentan oscuras o con muchas interrogantes que no se sabe cómo van a resolverse.

En todo caso, cuando faltan breves minutos para cambiar el calendario, cuando el locutor de la radio o el de la televisión se apuran en contar los minutos que faltan para que suenen las doces campanadas; en ese preciso momento, todo se agita en nuestro alrededor y en nuestro interior. Muchas ideas, imágenes, sentimientos, preocupaciones se mezclan con el nerviosismo generalizado y singular del contexto. Es como si por un acto mágico nuestra vida fuera a transformarse, por el exclusivo hecho de cambiar la foja del anuario.

También existen aquellos que sienten que los años han pasado inexorablemente por sus cuerpos, ya que sus músculos no tienen la misma resistencia para divertirse en ese evento y los dolores físicos son irremediables y perennes. Otros, a esa altura de la noche, tienen sueño o esperan el abrazo de sus seres queridos o de quienes estén a su lado para ir a dormir y olvidarse de esa fiesta que no los involucra emocionalmente. Cada cual lee y siente a su manera esta fiesta llena de juegos de artificios, champagne y comidas, a veces exóticas y exuberantes.

Existe también una ralea de supersticiosos que siguen a “ojos cerrados” todas las seudas tradiciones que algún ocioso inventó o que son reinterpretaciones de costumbres de culturas foráneas. La pantalla del televisor proyecta incesantemente mensajes oficiales y de la farándula. Las brujas y brujos, los mentalistas y los “chantas” dan pronósticos a granel sobre economía, política y sucesos fatales que ocurrirán en el mundo y en el país. Algunas ilusas mujeres se cambian sus ropas intimas por otras vistosamente amarillas y preparan sus maletas para darse una ridícula vuelta a la manzana de su casa, creyendo que con estos actos van a encontrar novios y viajaran felices por el mundo; a pesar que ya han pasado por ellas muchas primaveras y el tren hace tiempo las dejó solas y tristes en la estación de la “nada”.

Estas conductas son muy humanas y muy propias de estos tiempos, cuando todas las utopías se han caído, cuando la sociedad nos convierte en “carneritos amaestrados” que seguimos el juego que nos impone el mercado. Cuando estamos solos y no vemos una salida real a nuestra situación, a veces desesperada y vacía. En esa disyuntiva existencial, recurrimos a los actos mágicos y nos aferramos a los vaticinios de falsarios oráculos modernos. Pero la verdad es que nadie nos va ayudar, ni siquiera el cambio de estación nos va a traer la vida ideal que esperamos. Sólo nosotros con nuestro trabajo, con nuestra dedicación, con nuestra actitud positiva y con nuestra fe en nosotros mismos podemos transformar el entorno que vivimos.

Pues bien, como yo me alineo (a pesar de todos los tropezones y las duras caídas que he tenido) en las filas de los seres positivos, también quiero compartir mis buenos deseos. Con profunda convicción deseo que en nuestro territorio y en mi entorno cercano germine la tolerancia y el respeto entre todos los ciudadanos. Creo que estos valores son elementales para sustentar la construcción de una cultura democrática. Es justo observar que el respeto es un sentimiento positivo, ya que obliga a diferir, a modificar, a ahondar un punto de vista, lo que impide tomar la unilateralidad como un dogma. Por consiguiente, nos impulsa acoger la presencia y la cultura del otro sin diferencia.

Por otro lado, el fin de la tolerancia es la convivencia pacífica. Cuando la tolerancia reconoce la individualidad y la diversidad, se derriban las murallas que crean las discrepancias y se desintegra la intransigencia, hija del oscurantismo. Muchos hablan de la tolerancia, pero qué difícil es ejercerla cuando el “corazón es de piedra”, cuando pensamos que sólo nosotros tenemos la verdad y la razón. Muchas veces en nombre de la democracia los hombres levantan muros que se convierten en nuevos centros de poder y de dominio totalitario que pretenden imponer el modelo de democracia ideal para los pueblos.

Nuestra sociedad nacional debería organizarse sobre la cultura de la tolerancia, la comprensión, el pluralismo ideológico y el respeto por las diferencias de pensar y sentir de los demás; sin tener que recurrir a la violencia simbólica o concreta para imponer una ideología, una causa, un proyecto social o para obligar a otro a que haga lo que no quiere hacer.

En pocas palabras, es mi deseo que construyamos una cultura de la tolerancia para poder edificar una sociedad abierta, democrática, pluralista, en donde hombres y mujeres puedan erigir sus sueños y utopías, para que por este camino nos sintamos felices y plenos.

2.- Deseos Culturales para Tarapacá:

En el plano cultural – una de mis principales preocupaciones existenciales – deseo que vengan cambios profundos en la institucionalidad cultural. Que cambie el paradigma cultural ambiguo que nos rige por otro donde esté claro el rol de los poderes públicos que deben impulsar las políticas culturales y, además, se legitime sus acciones. Deseo que con la participación efectiva, organizada, democrática y popular de toda la ciudadanía, se proponga un nuevo modelo cultural, en el cual no se privilegie la competencia, el consumismo y otras lacras sociales que genera la sociedad de mercado. Por el contrario, deseo que se impulse programas sistemáticos donde se enfatice contenidos basados en valores humanistas, educativos, identitarios, populares y nacionales.

Creo este es un tema que aún no se aborda a cabalidad, pues aún le falta camino por recorrer a la actual institucionalidad cultural y porque sus procesos evaluativos se centran preferentemente en un control de gestión y no en la evaluación en términos de impactos. En esa línea, deseo que el Estado y las autoridades políticas definan claramente qué implica la acción pública en este terreno y cómo se inserta en las estrategias de desarrollo social nacional y local, para lograr resultados e impactos que trasciendan en la comunidad.

En el fondo, deseo que se reafirme la idea que la cultura es un factor fundamental de la sostenibilidad, ya que es una fuente de sentido y de energía, de creatividad e innovación y un recurso para responder a los desafíos y hallar soluciones apropiadas en los actuales escenarios sociales y políticos que vivimos.

Ahora bien, en el mundo particular del arte, deseo que el Centro Folclórico creado por Mario Cruz y Kirki Wayra se consolidé y crezca para que siga brindando más y nuevas iniciativas artísticas que procuran rescatar, poner en valor y difundir la cultura de nuestros pueblos originarios y de las naciones latinoamericanas. Deseo que Carlos Morales y su Escuela Moderna de las Artes multipliquen su accionar cultural con nuevas líneas de formación artísticas y con renovadas propuestas corales y orquestales. Que Francisco Villarroel y el Jazz Rubato nos siga entregando lo mejor de un maestro de excelencia, con el mismo amor que regala sus enseñanzas a sus alumnos para comprender la belleza de la música.

Que Ramón Jorquera y el Teatro No Más, nos sigan encantando con sus cuentos, con sus historias fantásticas y con la pasión de comunicarse con los chicos y los grandes. Que figuras emblemáticas de las artes visuales iquiqueñas (Pedro Rodríguez, Renato Calderón, Mauricio Morán, Raúl Codoceo, Aymar, Alex Marincovic, Paulino Astudillo, Josán, Alex Witmann, Luis Astudillo, Alex Tancara, Alberto Díaz, Hellen Grimaldi, entre otros), cuenten siempre con el apoyo institucional, para que continúen multiplicando su arte en todos los espacios e instancias. Que las tejedoras aymaras y las artesanas de esa etnia puedan recibir una alta capacitación profesional y puedan abrirse para ellas escenarios permanentes de ventas y difusión de sus creaciones, sustentadas en técnicas ancestrales.

Que Jeannette Baeza, diseñadora de vestuario y artesana, alcance el sitial que se merece por sus inigualables y creativas producciones en joyas nativas y vestuarios con identidad tarapaqueña. Que Gonzalo Calle tenga largos años de vida para que sus interpretaciones corales y sus aportes destacados a la cultura regional se desplieguen. Que mis queridos y entrañables adultos mayores sigan viviendo con pasión el arte escénico y el amor que ellos han generado en el Teatro Universitario Expresión. Que el café-teatro Akana y el Teatro Humberstone pervivan por largos decenios dentro de sus líneas y supuestos artísticos que lo movilizan. Que Abraham Sanhueza le acompañe la mística y la entrega por formar a nuevas generaciones artísticas y cultivar el arte escénico.

Que Silvio Zerega y el Museo del Salitre tengan el apoyo nacional e internacional para recuperar y salvaguardar nuestro patrimonio histórico. Que los Murray, los Carrizos, los Cevallos, los Marambios, los Jorqueras y los Ward, transfieran su legado fecundo a los jóvenes escritores y actores, para que de ningún modo se pierda el amor por las letras y las artes de la representación. Que aquellos artistas que ya partieron (Guillermo Zegarra, Dusan Teodorovic, Jaime Torres, Julio Miralles, Carlos Villagra, Nesko Teodorovic, Teresa Lizardi, Guillermo Galán, Norma Petersen, Guillermo Lara, Patricio Rivero, entre tantos) no los olvidemos nunca; que por siempre lo tengamos vivos en nuestra memoria, con el propósito que sus obras sean eternas.

En fin, a todos y todas aquellas artistas que por razones de espacio o por mala memoria no he nombrado (pido disculpas), pero que se han ganado, con tesón y trabajo, un plano como trabajadores del arte, alcancen sus anhelados puertos. Es mi deseo que las semillas sembradas conviertan este desierto en un Edén de belleza y goce artístico.

Amigas y amigos ( y también para los otros): Deseo (de corazón) a quienes siguen los caminos del señor de la Mancha, mis superiores parabienes y elogios, por todo lo que con amor han entregado a su terruño y a la gente que lo ha seguido en pos de una sociedad más justa, inclusiva y solidaria.

Muchas felicidades y hasta siempre…

 

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