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Haroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación  La solución al conflicto que nos tenía enfrentados al Perú no fue jurídica. La Corte Internacional de... ¿Qué se nos viene luego del fallo de La Haya?

haroldo qHaroldo Quinteros BugueñoProfesor universitario. Doctor en Educación 

La solución al conflicto que nos tenía enfrentados al Perú no fue jurídica. La Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJH) se formó para dirimir problemas territoriales entre países con el único fin de evitar que éstos vayan a la guerra, fin que merece el mayor respeto. Por lo tanto, la CIJH, como tenía que ser, optó por una decisión que quiso ser salomónica en el litigio. Objetivamente, no lo fue realmente, porque hubo un ganador. En efecto, si bien la CIJH reconoció la existencia de fronteras y el hito 1 como punto de partida en la discusión, Perú obtuvo unos 50 mil kilómetros cuadrados de mar, que antes eran de Chile. Ese era su objetivo mayor. De modo que la petición peruana de no reconocerse la línea que delimita ambos territorios a partir del Hito 1, fue sólo un distractor que no puede engañar seriamente a nadie.

Si bien la CIJH aceptó que el límite fronterizo ya había sido fijado y acordado, libre y bilateralmente, por ambos países en la Declaración de Santiago de 1952, cual fue siempre el argumento clave de Chile, como compensación por la admisión de esa verdad inobjetable, estableció, a favor de Perú, que la frontera marítima de ambos países se extendiera por sólo 80 millas, algo realmente incomprensible. Es esa la razón por la cual Perú ganó el diferendo. Es una pérdida, como lo fue Laguna del Desierto, territorio perdido a Argentina durante la dictadura. ¿Por qué todo esto? ¿Por qué en la antigua democracia chilena, ganábamos siempre, como fue con Palena, con estudios y mapas elaborados por geólogos y cartógrafos chilenos, como nuestro Freddy Taberna? Pues, porque hoy a Chile se lo ve solitario en el continente, lo que explica su falta de apoyo internacional en materia de litigios territoriales, cuestión clave para que a un país le vaya bien o mejor en ellos.

Debemos integrarnos más a la familia de países latinoamericanos, que cada día se apartan más de los planes globales del imperio estadounidense, a los que felices se sumaron tanto la derecha como la Concertación. Por no integrarse con convicción y la mayor decisión a Latinoamérica, nuestro país ha perdido viejos y fieles aliados como Venezuela, Brasil, Uruguay y Ecuador, cuyo apoyo diplomático pudo ser decisivo en el reciente fallo. Ahora, hay chilenos que piensan que el resultado del fallo da lo mismo, porque los recursos marinos de las zonas en litigio se los devora en su exclusivo beneficio el clan Angelini y otros más, así como los forestales, industriales, comerciales y mineros; y que el pueblo trabajador seguirá siendo igualmente explotado. Esto es, lamentablemente, cierto. Chile es el paraíso del liberalismo económico; es decir de los más expoliadores monopolios nacionales y extranjeros, a los que nunca les ha importado un comino el bienestar de las mayorías nacionales.

Sin embargo, aun así, a la mayoría de los chilenos, incluidos los más humildes, el fallo no les era indiferente porque saben que la territorialidad es clave en la proyección histórica de cualquier país. Algún día no habrá países ni fronteras, y la única patria humana será la Tierra, en un mundo de paz y solidaridad. Sin embargo, por ahora, la realidad es que las naciones existen, y la nuestra limita con dos con las cuales no hemos conseguido compartir una confianza y armonía que sean permanentes. Por lo tanto, debemos cuidar nuestro territorio, porque es el único lugar sobre el cual, precisamente, los que creemos que las cosas están mal, podremos construir una sociedad nueva, justa e igualitaria.

Pues bien, nuestros problemas no han terminado. Perú, seguirá litigando, por esto o lo otro, y en abril próximo Bolivia nos llevará a La Haya, aferrándose al principio del “derecho expectaticio,” producto del compromiso firmado en 1975 entre dos repugnantes dictadores, Pinochet y Banzer. El dictador chileno ofreció a su congénere boliviano una salida al mar por el norte de Arica, a sabiendas, ambos, que sólo Perú puede autorizarla, según el pacto chileno-peruano de 1929. La hermana Bolivia necesita salir al mar y debemos satisfacer esa aspiración, pero no sobre la base del espurio trato Pinochet-Banzer, sino de la paz y la cooperación bilateral, sin admitir el menor daño a nuestra soberanía territorial.

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