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Iván Vera-Pinto Soto/ Director Teatro Universitario Expresión Antonio Sabat, comunicador social, cantante (Jamil) y actor. Fue uno de los interpretes emblemáticos del Teatro Universitario Expresión,... Antonio Sabat un emblemático actor de la comunidad teatral iquiqueña

Iván Vera-Pinto Soto/ Director Teatro Universitario Expresión

Antonio Sabat, comunicador social, cantante (Jamil) y actor. Fue uno de los interpretes emblemáticos del Teatro Universitario Expresión, quien tuvo a su cargo numerosos roles protagónicos, desde 1983 al 2001, en las siguientes producciones: “Álamos en la Azotea “ (Egon Wolf ), “El cepillo de dientes “(Jorge Díaz), “Niña Madre”(Egon Wolf ),”Decir Sí” (Griselda Gambado), “El rey se muere” (Eugenio Ionesco), “Un pelo sobre la almohada”, (Carlos Carlino),”Infieles”( Marco Antonio de la Parra), “ La Secreta Obscenidad de cada día” (Marco Antonio de la Parra),”La Malasangre”(Griselda Gámbaro), “Oscuro vuelo compartido”(Jorge Díaz),”Matatangos”(Marco Antonio de la Parra),”Y dónde están los guitarristas “(de su propia autoría),”Muerte accidental de un anarquista”(Darío Fo),”El Monte Calvo” (Aníbal Jairo Niño),”Del Chumbeque a la Zofri” (Bernardo Guerrero), “La pequeña historia de Chile”(Marco Antonio de la Parra),”Poquita Fe”(Iván Vera-Pinto),”Taxi” (Ray Cooney) y la “La Marejada”(Jorge Díaz).

Durante el tiempo que actuó en las tablas, la prensa y el público valoraron su trabajo escénico y fue considerado como uno de los intérpretes más talentoso de las últimas décadas en la escena local; granjeándose, desde su debut, el apoyo y la admiración de los espectadores que disfrutaron de su carisma y seducción actoral.

Pero más allá de los datos biográficos que podamos aportar, me gustaría hablar de su impronta en la escena y de los momentos felices que vivimos en los ensayos, en las presentaciones y en la cotidianidad de la vida teatral, porque al final de nuestras existencias solamente quedan las obras, las acciones, los sentimientos, las imágenes y lo que hayas escrito en tu caminar.

Antonio llegó a nuestra agrupación en 1983, al poco tiempo que había arribado a nuestra ciudad desde Santiago. Se presentó a un casting, de aquellos que habitualmente hacemos para integrar nuevos aficionados al teatro. Del primer momento nos llamó la atención su estampa y voz. Al finalizar el ejercicio, a modo de observar su temple, le dije: Antonio no pasaste la prueba. Lo siento. Él me miró serio y cabizbajo. Únicamente atinó a decirme “gracias por la oportunidad”. Lo miré fijamente y me reí. Detrás vinieron las risotadas de todos los integrantes del elenco. – No, hombre. Es una broma. ¡Lo hiciste excelente! Concluí. De inmediato, se le vino el “alma al cuerpo”, sonrío y sus ojos brillaron de alegría, pues tenía ansias de subir a un escenario y demostrar que podía comunicarse de manera empática con el público. A primera vista, me di cuenta que tenía “pasta” para el oficio. Su voz aterciopelada y su naturalidad escénica eran sus mejores armas para iniciar su formación teatral.

Así, integrado al colectivo, trabajamos para entregarles algunas herramientas y técnicas que le permitiera abordar los futuros trabajos del grupo. Entonces, llegó su primer desafío: “Álamos en la Azotea”. Debía interpretar a un anciano (Moncho) blindado a la antigua, malgenio y solitario. Un hombre que se había recluido en una pieza para evitar conciliar su esposa (Wanda).

De ahí en adelante, vinieron nuevos roles e historias que tuvo que asumir con seriedad y esfuerzo. Su primer logro teatral fue el personaje que hizo, junto a la actriz Luisa Jorquera, en la pieza de Jorge Díaz, “El Cepillo de Dientes” (1985). Lo cierto que el público y la crítica respaldaron, abiertamente, su actuación. Al respecto, nuestro amigo y colega Guillermo Jorquera, dijo: “El trabajo de dirección fue fundamental y con ello el teatro iquiqueño ha ganado un actor y ese actor ha sabido vivir una vida distinta, creando un personaje.” [1]

En esa misma temporada asumió un nuevo papel (Pablo); un rústico chofer de micro que por amor se desdobla para entregarle su protección  a una mujer frágil y desvalida, en la obra “Niña Madre”. Dora Chipoco, expresa: “Los actores de “Niña Madre” superan actuaciones anteriores. Es el caso de Antonio Sabat, que en esta obra consigue desdoblarse y hacer un convincente papel de Pablo, chofer atormentado por recuerdos de la niñez.”[2] Rodolfo Valencia, agrega: “Antonio Sabat, merece el elogio de conseguir a un personaje –chofer-aparentemente simple, pero lleno de dificultades, si se toman en cuenta sus trabajos anteriores. Aquí Sabat aparece decantado como un actor versátil y para todo terreno.”[3]

Para el año 1986 viene la faena más difícil para la compañía artística y para Antonio. Se monta “El Rey se Muere” de Eugenio Ionesco. Un proceso lleno de tropiezos, censuras y enfermedades. Sin embargo el elenco y Sabat, en particular, tienen un desempeño extraordinario para sostener una obra de largo aliento, donde el monarca (interpretado por Antonio) lucha y desangra para revelarse contra la muerte propia y del imperio que ha construido. Después de un tiempo, el año 1990, regresa a escena en dos obras de Marco Antonio de la Parra: “Infieles” y “La secreta obscenidad de cada día”. En ambas cumple papeles rutilantes, mostrando su capacidad histriónica para caminar por dos senderos: el drama y la comedia posmoderna.

En 1993 surge otra vez en escena con las obras “La malasangre”, de Griselda Gámbaro.  El drama es una historia de amor prohibido del siglo XIX entre Rafael y Dolores, dentro de una sociedad cerrada, donde está claramente definido qué es permisible o no lo es. Y, finalmente, “Oscuro vuelo compartido”, de Marco Antonio de la Parra. Aquí se narra la relación de un rehabilitado con su mujer adicta, en su lucha permanente para liberarla del mundo de la drogadicción. A través del relato se aprecia el quiebre de las relaciones, la falta de comunicación y se plantean soluciones a través del amor incondicional.

Con los anteriores trabajos comienza un ciclo de extensión hacia otras regiones del país. Asistimos a festivales, encuentros y un conjunto de eventos teatrales que sirven de tribuna para mostrar el teatro iquiqueño y la valía de nuestros actores locales.

Recién, en el año 1984, Expresión y Antonio Sabat, alcanzan la popularidad esperada con “Matatangos”, de Marco Antonio de la Parra. La representación es un éxito de “taquilla” en Iquique y en los múltiples escenarios que se visitan en Chile, Perú y México. Las invitaciones llegan una tras otra y el trío de actores (Sabat, Rocha y Vera-Pinto) inician una excursión mayor en sus papeles de comediantes.

Un hecho anecdótico fue que Antonio, operado no hace mucho del corazón, temerariamente, actuó en el centro minero de Cerro Colorado, con el apoyo de un tubo de oxígeno y con la atenta asistencia de un médico.

“A Carlos Gardel… no sólo hay que escucharlo: admíralo y llorarlo; también hay reírlo… “¿Y dónde están los guitarristas?” es producto de ideas propias y de mis compañeros Iván y Juan Carlos, a quienes admiro y respeto”. Así expresaba en el programa de mano Antonio Sabat, autor de ese espectáculo espontáneo e irónico. El libreto original fue inventado a modo de continuidad de “Matatangos”.

En 1996,  vino “El Monte Calvo”, de Jairo Aníbal Niño. El extenso y fructífero periplo que se hizo con esta obra la transformó en un verdadero “caballito de batalla”, presentándose en todos los lugares que nos invitaban (sindicatos, colegios, universidades, centros culturales, espacios públicos, etc.), recibiendo continuamente el respaldo absoluto de la audiencia. Antonio, interpretaba a Sebastián, un soldado mutilado de una pierna que debía luchar contra el hambre. Su humor y espontaneidad lucieron junto a la de Juan Carlos Rocha (Canuto).

En esa misma temporada llegó su consagración como actor popular en “Del Chumbeque a la Zofri”, de Bernardo Guerrero. Un trabajo con identidad regional, basado en la vida del mítico boxeador iquiqueño “Tani” Loayza. El dramaturgo, Pedro Arturo Zlatar, quien adaptó “La Reina Isabel Cantaba Rancheras”, de Hernán Rivera, dijo: “disfruté con la presencia de la obra, la encontré entretenidísima .Excelentes actuaciones “. Agregó, “Encontré excelente la actuación de Estanislao (Antonio Sabat) pensé que él era así .No sabía cuándo actuaba o si no actuaba .Es decir, la naturalidad y la frescura de su actuación me cautivaron.”[4]

Al tiempo,se desdobló en otros personajes: el director de una escuela en crisis en “La pequeña historia de Chile” (1997), un viejo cantante de bolero de una bar de mala muerte en “Poquita Fe” (1998); también en un policía inglés en la comedia “Taxi” (1999) y, finalmente, un padre exiliado en “La Marejada” (2001)

En fin, muchos son los buenos recuerdos y anécdotas que tenemos de Sabat y que podrían ser insumos para escribir un libro completo sobre su vida artística y sobre su capacidad de seducción como actor y hombre apasionado. Por supuesto, esta última variable (la pasión) es detonante de encuentros y desencuentros que él lo vivía “a concho” en el escenario y en su existencia. Muchas veces discutimos, nos alejamos, nos volvimos a encontrar, viajamos miles de kilómetros para estar juntos en la escena, como aquel periplo que hicimos a Quinteros el año 2003, para revivir antiguas glorias con nuestro “Monte Calvo”, para abrazarnos en escena, para nutrirnos del aplauso generoso y franco de la gente. Cuánto sudor, cuánta alegría, cuántas tristezas compartidas, cuántas aventuras y sueños hechos realidad en las tablas y la intimidad del camerino.

Hoy, cuando inicia su gira a las estrellas, ahí donde están Willie Zegarra, Brunilda Correa, Georges Vargas, Enrique Rojo y Jaime Torres, antiguos compañeros que nos dejaron, solamente quiero exorcizar la memoria y atesorar su entrega creativa en nuestro antiguo caserón: el Salón Veteranos del 79”, donde viven los espíritus de quienes escribieron parte de nuestra historia social y cultural de este puerto entrañable. Y tal como él decía en el diálogo de unos de sus personajes (“Matatangos”): “Tengo el presentimiento que nos volveremos a encontrar. Por eso no te digo “adiós”, sino “hasta siempre amigo”.

[1]Diario La Estrella de Iquique, 16-05-1985.

[2]Diario La Tercera de la Hora, 27-08-1985.

[3]Diario La Estrella de Iquique, 1985.

[4]  Diario El Mercurio, Antofagasta, 10-06-1997.

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