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Haroldo Quinteros Bugueño / Profesor.  Hablemos del Te Deum: Hay varias diferencias entre el Te Deum pre- y post-1925. Veamos: cuando el Estado chileno era... El Te Deum

Haroldo Quinteros Bugueño / Profesor. 

Hablemos del Te Deum: Hay varias diferencias entre el Te Deum pre- y post-1925. Veamos: cuando el Estado chileno era confesional hasta ese año, el Presidente de la República estaba obligado, con arreglo a la Ley, a asistir a él. Además, no podía decir públicamente que no era católico, aunque no lo fuese. No sólo eso, lo habitual era que también debía comulgar en el Te Deum, invariablemente. Desde 1925, el problema del Te Deum y la relación Iglesia-Estado se vuelve compleja. Para empezar, asistir al Te Deum es ahora opcional, aunque, claro, nunca un Presidente dejó de hacerlo, incluidos los presidentes agnósticos, masones y ateos, como Aguirre, Ríos o Allende.

Como, evidentemente, la Iglesia Católica monopolizaba la ceremonia religiosa en conmemoración de las Fiestas Patrias, y de hecho, seguía siendo tradicional que las autoridades del Estado asistieran a ella, el Presidente Salvador Allende convoca en 1971 a La Moneda a todos los jefes de las iglesias cristianas, y les propone celebrar un Te Deum que no sea sólo católico, sino ecuménico, propuesta que fue aceptada por todos, y que tiene materialidad en el actual Te Deum, que se celebra en la Catedral de Santiago. Repito, este Te Deum no es sólo católico como muchos creen, sino ecuménico (universal cristiano).

Fue Pinochet quien en 1975 creó el Te Deum Evangélico, una maniobra que no tuvo nada de apoliticismo ni tolerancia, sino simplemente, la respuesta de la dictadura a la Iglesia Católica, cuyo cardenal, Raúl Silva Henríquez, creó en 1974 la Vicaría de la Solidaridad, una agencia cristiana encabezada por la Iglesia Católica, cuyo único fin era proteger a las familias de los presos, asesinados y desaparecidos en dictadura.

Que conste: el ecumenismo planteado claramente por el Papa Juan XXIII en el Concilio Vaticano II, y seguido por todos los papas posteriores, cuya misión es la de unir a todas las iglesias cristianas del mundo, sufrió en Chile un grave traspié con Pinochet. Algo más: antes de 1925, las homilías hechas por el arzobispo de Santiago (sólo a partir de 1946 lo hace un cardenal, con José María Caro, ex-obispo de Iquique) no contenían expresiones que pudieran ofender directamente al gobierno de turno. Si bien el cardenal Ezzati no soslayó el tema del aborto, fue prudente, porque, a todas luces, más inteligente que los voceros del Te Deum evangélico, se limitó sólo a «apoyar» a las embarazadas que no abortarían (así en general), admitiendo implícitamente que en el juego político existente el Estado de Chile aprobó la Ley de despenalización del aborto por tres causales.

En otras palabras, aunque no le guste, Ezzati, como los apóstoles Pedro y Pablo resuelve seguir el precepto paulino «nullapotestanisi a deo» (no hay autoridad que no provenga de Dios. Romanos XIII, 1) y no se lanza contra el poder político establecido. Esto sí, objetivamente, ocurrió en el Te Deum evangélico, un error de la jerarquía evangélica cuyas consecuencias ya se están produciendo.

Finalmente, Te Deum no significa «te damos gracias, Dios» como lo he leído en alguna prensa mal informada. Dar gracias es sólo el sentido de la Eucaristía (la misa), según la raíz griega del término. Te Deum no tiene que ser necesariamente una misa. Son sólo las primeras dos palabras de un cántico que se ha cantado desde el siglo IV hasta hoy en el mundo cristiano (incluidos los protestantes, como en Alemania o Inglaterra). Es un canto de alabanza a Dios: Te Deumlaudamus» (te alabamos Dios). Indirectamente, claro, se lo puede entender como una acción de gracias, porque si se alaba a Dios es por sus bondades.

 

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