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Leonel Reyes Fernández/Lic. en Ciencias Religiosas, Técnico en Prevención, Diplomado en Derechos del Niño Desde la edad escolar se nos ha enseñado que todas las... 15 de noviembre 1781: ejecución de Tupaj Katari

LEONEL REYES comLeonel Reyes Fernández/Lic. en Ciencias Religiosas, Técnico en Prevención, Diplomado en Derechos del Niño

Desde la edad escolar se nos ha enseñado que todas las revoluciones del siglo XVIII han provenido desde Europa o del continente americano anglosajón. Y desde allí se han construido los paradigmas ideológicos y políticos con influencia en todas las colonias occidentales cristianas. Ejemplo de ello, es la revolución americana 1776 y la revolución Francesa 1789 como las más importantes para la historia de la humanidad en plena época contemporánea. En cierto modo, son importantes y de gran trascendencia, pero estas revoluciones no fueron las únicas.

En nuestros tiempos, se continúa invisibilizando premeditadamente acerca de las “otras revoluciones” que se sucedieron en la américa indígena y que merecen también valoración histórica. Una vez más queda en evidencia que desde temprana edad nos indoctrinan con revoluciones liberales exógenas, ajenas a nuestra realidad indígena y mestiza.

El genocidio étnicocultural de occidente se inició y se aplicó a partir de la invasión de América (1492) con su régimen feudalista-colonial. Luego, este “nuevo orden social” se heredó a través de las fundaciones de las Repúblicas con algunos retoques burgueses del nuevo criollismo americano antimonárquico. Y se consolidó legalmente con las Constituciones Nacionales Americanas por criollos y mestizo ilustrados positivistas a partir del siglo XVIII en delante. Finalmente, la impronta occidental eurocentrista se impuso estructuralmente -hasta nuestros días- en las actuales democracias burguesas, clasistas, funcionales y anti-indígenas.

Sin embargo, la historia se teje en tramas distintas. En territorios ancestrales indígenas tuvieron –y sigue teniendo- sus propias resistencias, rebeliones y revoluciones. Una de las más importantes por la trascendencia hasta nuestros días es el acontecimiento sucedido en el Alto Perú (desde 1825, República de Bolivia) hacia el año de 1781. Se trata de la insurgencia y revolución indígena contra el imperio español que dominaba las tierras bajas y altas del Virreinato del Perú. El Virreinato demoró dos años en repeler a los indígenas sublevados. En esta revolución destaca fundamentalmente un indígena comunero reconocido hasta hoy como el Mallku libertador del mundo andino aymara: Julián Apaza Nina.

 Julián Apaza Nina nació en diciembre de 1750 en el Ayllu de Sullkawi de Chuquiago Marka (hoy, La Paz-Bolivia). Cuando tenía 10 años, un sacerdote español lo recogió para hacerlo su sirviente y desde muy temprana edad visualizó en carne propia los maltratos y abusos que los españoles daban al pueblo aymara, quechua y otras étnias de los alrededores. Siendo joven trabajó de minero como mitayo en las minas de Oruro (Bolivia) y la mina de Huantajaya (hoy en territorio chileno, Región de Tarapacá); fue comerciante de productos textiles, trabajó como panadero. Viajó por casi todos los rincones del alto Perú en busca de sustento y fue allí donde percibió la represión ejercida a través de las mitas, los tributos, los obrajes, los diezmos, entre otras cargas económicas injustas. Estas fueron las principales razones de la rebelión inicial. El régimen de explotación, servidumbre y esclavitud colmaron la paciencia del joven Julián y los caciques indígenas.

Julián se casa con la indígena aymara, Bartolina Sisa, compañera de lucha y hoy reconocida como Mama T’alla por los hombres y mujeres andinos. Ambos, Sisa y Apaza en el mes de julio de 2005 fueron reconocidos como héroes de su país por el Congreso Nacional de Bolivia, siendo Presidente de la República, Dn. Eduardo Rodríguez Veltzé, en la legislatura interina 2005-2006.

En 1780 Julián Apaza Nina frente al desafío de encarar y expulsar a los españoles colonizadores, se pone en contacto con Tomás Katari, cacique quechua en territorios del  Norte Potosí (rebelión Chayanta Alto Perú, 1780). También hizo contacto y amistad con el cacique ilustrado José Gabriel Condorcanqui (la gran rebelión Bajo Perú, 1780), quechua descendiente de los Incas, llamado posteriormente como Tupaj Amaru II. Julián Apaza Nina en honor y respeto a ambas amistades de lucha adopta el nombre combativo de “Tupaj Katari”. La simbiosis étnica y la confederación aymara-quechua queda constituida y decretada hasta nuestros días.

La gesta revolucionaria más osada y comentada en los anales de la historia oficial fue el  cerco que duró 109 días, realizado a la ciudad de La Paz un 13 de marzo de 1781 con un número aproximado de 40.000 indígenas sublevados del yugo español. Esta revolución sólo era sostenida por el sueño de libertad y el cansancio del maltrato y la explotación extranjera. La lucha se dio de forma desigual con q’urawas, flechas y hondas caseras, por parte de los indígenas. Mientras los españoles sacaban ventajas de la pólvora, las armas de fuego y el uso del caballo.

Tupaj Katari finalmente es capturado y ejecutado un 15 de noviembre de 1781 bajo pena de un descuartizamiento brutal hacia los 4 puntos cardinales del Virreinato. Antes de morir, profirió la siguiente frase profética, que hoy se cumple y resuena políticamente en gran parte de la Bolivia actual: “nayaraw jiwayapxista, waraqa waraqanakaw kutt’anika”, que traducido significa: “solamente a mi me matan… volveré y seré millones”.

El cuerpo desmembrado fue expuesto en distintas localidades para infundir terror y obediencia a los indígenas sublevados. Sus restos fueron recogidos para ser quemados y ser esparcidos como señal de escarmiento, olvido y dominio.

Sin embargo, hoy a 232 años desde que sucedió este siniestro descuartizamiento, el mundo indígena aymara-quechua de Bolivia todavía conmemora, reivindica y revive el martirio de este líder indígena. En la actualidad, en pleno escenario socio político de Bolivia, se haya en vigencia social y política el Movimiento Indianista- Katarista, el mismo que presenta variadas matices, según el mallku que lo regenta. Tienen una misma matriz ideológica, pero con distintas manifestaciones políticas y sociales, desde las más radicales hasta las más concertacionistas.

El movimiento Indianista-Katarista ha inspirado a muchos dirigentes indígenas, descendientes de indígenas y no indígena, a tal punto que gran parte del apoyo logrado por el actual Presidente Evo Morales Ayma es a partir de militantes, seguidores y simpatizantes de este movimiento. Aunque, últimamente, sectores radicales del Movimiento Indianista-Katarista ya no está de acuerdo con las políticas de corte pseudo-socialistas, por considerarlas que están impregnadas de categorías filosóficas occidental eurocentrista y neocapitalista que poco o nada interpreta la realidad económica, comunitaria, ecológica y espiritual de las naciones indígenas bolivianas. Un debate en pleno auge que tiene a defensores y detractores.

En diciembre de 2010 una representación de comprometidos jóvenes Indianistas-Kataristas (del Movimiento M.IN.KA) estuvieron en la ciudad de Iquique para re-lanzar uno de los libros más célebres y polémicos de la realidad indígena de América Latina: “LA REVOLUCIÓN INDIA” del destacado filósofo y amauta Fausto Reinaga, más conocido como Rupaj Katari. Es ideólogo del indianismo y fundador del Partido Indio Boliviano en 1962. Para el re-lanzamiento, estuvo presente su sobrina Hilda Reinaga, la misma es promotora de la Fundación Amáutica de su tío, fallecido en 1994. Además estuvieron presentes, dirigentes aymaras locales de la Provincia de Iquique que por primera vez tenían contacto directo con el Movimiento Indianista-Katarista.

Como apreciarán el Katarismo está vivo y en plena emergencia. Se espera que influya y motive–y no sólo con el Convenio 169 de la OIT- a los indígenas de la zona norte de Chile, compuestos mayoritariamente de aymaras y también de influyentes comunidades quechuas.

El despertar indigenista en el Norte de Chile, principalmente en las regiones de Arica e Iquique, se expresan en las variadas protestas y manifestaciones ciudadanas y comunitarias –aún invisibilizadas por la prensa nacional y por algunos medios locales- en defensa de la “Pachamama” del invasivo y destructor modelo de desarrollo extractivo –herencia depredadora de la Colonia- aún presente en las políticas del Estado de Chile: la mega minería transnacional en el Norte de Chile constituye una seria amenaza a nuestros recursos naturales y nuestro hábitat humano.

La mega minería es otra forma de “Conquista” avasalladora, esta vez con el consentimiento de leyes negociadas y pactadas por los operadores políticos partidarios de las actuales democracias serviles al macrosistema capitalista neoliberal. Toda conquista capitalista termina por transformarse en un fenómeno de despojo y depredación. Y frente a la progresiva contaminación de nuestro ecosistema, advertir que toda vida orgánica que fue aniquilada y degradada nunca, nunca volverá ser lo mismo. Por tanto, de nada valen las reparaciones, las indemnizaciones, las compensaciones ni los procesos de biorremediación.

Finalmente, el martirio de Tupaj Katari se ha transformado en semilla de nuevos luchadores por la territorialidad, liberación y autonomía de las naciones indígenas andinas y no andinas. La muerte de Katari a 232 años ha reivindicado el empoderamiento de los indígenas andinos y no andinos para convertirse en sujetos protagonistas para un nuevo ciclo eco-socio-humanista. El martirio de Katari sigue siendo la inspiración permanente de una revolución india en pleno proceso de desarrollo y emancipación histórica en América: el Poder Indio.

JALLALLA, TUPAJ KATARI…

JALLALLA, PUEBLOS INDÍGENAS…

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