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Haroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación A la incesante recurrencia de terremotos, entre ellos el mayor que registra la historia, en 1960, a... Desastres naturales y pobreza
haroldo quinterosHaroldo Quinteros Bugueño/ Profesor universitario. Doctor en Educación
A la incesante recurrencia de terremotos, entre ellos el mayor que registra la historia, en 1960, a los que se suma, en menos de un mes, el nuestro del 1° de abril recién pasado, se nos vino el espantoso incendio que ha destruido buena parte de Valparaíso. 16 compatriotas muertos, 2.500 casas destruida y 10.000 evacuados no puede ser sino testimonio de un terrible desastre. Muchas veces el puerto mayor de Chile ha sido asolado por incendios, explosiones y terremotos, probablemente como ninguna otra ciudad de Chile. Esto me recuerda a Osvaldo Rodríguez, el poeta y compositor chileno que escribiera la más bella (y la más seria, por añadidura) canción a Valparaíso, Unos cuantos versos de ese célebre vals reflejan muy bien por qué el reciente desastre ha sido especialmente trágico: «Allí pasó la muerte tantas veces, la muerte que enlutó a Valparaíso…»; y luego: «… porque no nací pobre y siempre tuve un miedo inconcebible a la pobreza…» Efectivamente, la destrucción y la muerte que hicieron presa al Puerto, no por casualidad afectó a los porteños más pobres. Por cierto – e Iquique y Alto Hoispicio no son la excepción – las funestas consecuencias de estos desastres están ligadas a la pobreza. Conversé personalmente el asunto con Rodríguez en Heidelberg, Alemania, ciudad en que ofreció un concierto y lectura de sus poemas. Porteño de nacimiento, fue el mismo quien me dijo que los desastres en el puerto siempre habían afectado, por sobre toda otra consideración, a los pobres, a los olvidados en la repartija de la riqueza nacional, y agregaba que «sentía hasta vergüenza no ser un porteño pobre.» En verdad, en toda la historia nacional, ningún gobierno se ha preocupado de tomar en serio nuestra innegable exposición a incendios y terremotos, mas aun, al riesgo que en ellos corren los chilenos pobres. Es evidente en estos casos la falta de una racional administración de los recursos, justo en un país de bosques y cercado por centenares de volcanes y placas que no cesan de acomodarse frente a nuestras costas; mas, sobre todo, en un país en que las diferencias sociales son abisales. Nuestros compatriotas menos favorecidos en el ingreso nacional construyen mal y en lugares inadecuados; y en el caso de Valparaíso, a sólo metros de zonas expuestas a los incendios forestales. A pesar del inmenso sacrificio desplegado por nuestros bomberos y personal de apoyo en estas emergencias, y la propia población civil, bien poco se pudo hacer para frenar el desastre a tiempo. ¿Por qué sucedió esto en un país miembro de la OCDE, donde, por supuesto, no debiera faltar plata para estos casos? Faltan recursos, pues, tanto humanos como materiales. Por lo menos, una buena parte de nuestro cuerpo de bomberos debiera ser remunerada y debiéramos contar con una buena dotación de modernos helicópteros y aviones «fire-killers» que ataquen el fuego a minutos de producirse. Lo principal, sin  embargo, es otra cosa: todas las casas chilenas debieran estar hechas de buen material y donde debe construirse. Es decir, decidámonos, de una vez, a terminar con la pobreza en Chile, más enemiga nuestra que los propios desastres naturales.

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