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Guillermo Jorquera Morales, ex director de Teatro Cariño Malo es un emblemático vals peruano de Augusto Polo Campo, que en Chile popularizó Palmenia Pizarro;... La tristeza del Cariño Malo

guillermo jorquera columnaGuillermo Jorquera Morales, ex director de Teatro

Cariño Malo es un emblemático vals peruano de Augusto Polo Campo, que en Chile popularizó Palmenia Pizarro; he escuchado muchísimas versiones de este vals, algunos lo cantan con pasión, otros con rabia, otros con desdén, parece depender de la clase de cariño malo que se haya vivido -o sufrido – y de la capacidad interpretativa del cantor o de la cantora.

Un cariño malo es parte de la vida de un ser humano, Inés Margarita Stranger, dramaturga chilena descubre en su obra que todos tenemos un cariño malo – el mío es el teatro – y es necesario enfrentarlo y saber vivir con él. En su dramaturgia, (“Cariño Malo” estrenada en la sala Eugenio Dittborn del Teatro de la Universidad Católica de Chile, en abril de 1990), postula alternancias protagónicas y antagónicas en el desarrollo de las fuerzas dramáticas.

Ana María Noé, sicóloga, sobre el tema de la obra dice: -es un estado de ilusión, en el que, a veces, es difícil definir si es un cariño malo o un cariño bueno-. Lo cierto es que el tema ha servido para inspirar obras de teatro, canciones, cuentos y novelas, parece ser que un cariño malo es más rentable que un cariño bueno.

A mí, personalmente lo que me enamora es el vals de Augusto Polo Campo: la versión de Eva Ayllón es apasionada, la de la “Rulo” – Carola González – es histriónica y embriagante, la de Douglas es para la galería, la de Ginette Acevedo es con resignación, pero la que más me gusta es la de Palmenia Pizarro, que la canta con el alma.

Hace algunos días, junto a mi familia, estando en Tacna-Perú, fuimos a almorzar a un restaurant criollo de reconocido prestigio entre los chilenos, prestigio que poco a poco ha ido desapareciendo, el gran comedor al aire libre, del primer y segundo piso, se ha reducido a la mitad, la clientela ya no está; me cuentan que al fallecer el dueño del local, apareció una segunda esposa (¿el cariño malo?), que argumentó que la herencia era compartida. Lamentablemente no hubo acuerdo para que el negocio siguiera navegando a todo vapor y lamentablemente hubo que reducirlo, hoy es sólo una sombra de lo que fue.

Uno de los atractivos del lugar es que llegaban cantantes de valses peruanos y música criolla que era el deleite de turistas y de los amantes de los valses, en esa ocasión había sólo una pareja de cantores, él tocaba la guitarra y ella cantaba, pero parece que en su canto dejaba ver toda la tragedia que allí había pasado, y nunca, pero nunca he escuchado una versión más triste del cariño malo de Polo Campo, no había ruego, no había pasión, no había rabia, sólo tristeza, una profunda tristeza.

Sin embargo el pisco sour, el choclo con mantequilla, el anticucho de corvina, el seviche de pescado, el cordero asado a la parrilla y el bajativo de muñi-muñi, estaban impagables, al son del cariño malo más triste que he escuchado en mi vida.

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