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Iván Vera-Pinto Soto/ Antropólogo Social, Magíster en Educación Superior, Dramaturgo Ante los problemas inmediatos y concretos que vive la gente humilde y la clase... Iquique se despertó indignado

IVAN VERA-PINTO SOTOIván Vera-Pinto Soto/ Antropólogo Social, Magíster en Educación Superior, Dramaturgo

Ante los problemas inmediatos y concretos que vive la gente humilde y la clase media de nuestro puerto, como son: las alzas desmedidas de la luz eléctrica, los malos olores en las poblaciones, la falta de diligencia para solucionar los problemas provocados por los últimos terremotos, la ausencia de más y mejores servicios e infraestructura para la salud, la falta de oportunidades de trabajo, la existencia de sueldos y salarios paupérrimos, las pensiones indignas, la propagación de la delincuencia, los daños ambientales que provocan en el ecosistema las mineras, el aumento del tráfico de drogas y la drogadicción, la corrupción y oscuras alianzas entre políticos y empresas privadas, las promesas incumplidas por los gobiernos de turno y, en general, por el claro e inevitable deterioro de las condiciones de vida de los pobladores, entre tantas otras situaciones apremiantes, la gente se atrevió a salir a las calles con dos propósitos:

Exigir a las autoridades que cumplan de manera más eficiente con las funciones que le fueron encomendadas y para demostrar que no está dispuesta a seguir soportando los resultados nefastos que ocasiona el modelo socio-económico imperante, el cual, gobierno tras gobierno, se maquilla con reformas que en el fondo no tocan en absoluto las estructuras de este régimen, el que en definitiva hace más rico a los ricos y a los pobres más pobres.

En ese escenario, surge la “marcha de los indignados”, compuesta por vecinos y vecinas que no los mueve ningún afán político partidario ni menos ambición personal; solamente actúan en consciencia porque ya aguantan más el clima de injusticia que  se ha estado instalado durante tantos años.

Cómo no van a estar indignados, si observan, día a día, a sus familiares y amigos morir en los hospitales por falta de médicos o por negligencias; si aún no visualizan la construcción de un hospital que cumpla con todos los estándares de calidad  para Alto Hospicio; si la mayoría de los enfermos terminales de cáncer no poseen un Centro Oncológico; si deben vivir en un ambiente que huele a podredumbre y fecas; si las pensiones miserables que reciben no le alcanzan para pagar los gastos básicos de la familia. Por todas estas razones, podemos comprender la indignación que sienten hacia el Estado y contra quienes, supuestamente, deben protegerlos. Lo cierto es que la gente está cansada de la insensibilidad social, la manipulación y la carencia de poder resolutivo demostrada por las autoridades, éstas y aquellas, por cambiar la actual realidad.

Este corajudo movimiento ciudadano que se hace llamar “indignados”, nombre revelador que replica a los manifestante que viene actuando en muchas latitudes del orbe, donde hay inequidades, injusticias, enriquecimiento de los grupos de poder económico e indolencia de la casta política que hace oído sordo a las justas demandas de los ciudadanos, decidió “tomar el sartén por el mango” y “ponerle el cascabel al gato”, tomándose las calles y los espacios donde están los que trafican con la política y acostumbran a dilatar las soluciones a través de las mañosas estrategias de los “acuerdos”, los “consensos”, las “comisiones de estudio” y todo se cúmulo de verborrea insustancial, inventada para mantener el actual sistema, encubriendo los conflictos sociales con pequeñas reformas, subsidios y bonos para que los pobres terminen conformándose con migajas filantrópicas que de ningún modo cambian su condición social y económica.

Está claro que en distintas regiones está operando algo similar, pues son muchos los hombres y mujeres que no tienen poder económico, que no viven como aquellos personajes “utilitarios” que flotan en todos los gobiernos, recibiendo millonarios sueldos que les paga el Estado y que, además, tampoco se sienten escuchados e interpretados por algún conglomerado político tradicional.

La verdad es que a esa gran mayoría que por largo tiempo se mantuvo silenciosa, se le agotó la paciencia y, a la postre, salió de esa actitud de pasividad social, puesto que no quiere más sentirse excluida, postergada, relegada, marginada y desprotegida en una democracia que no es real ni efectiva, ya que no le da ninguna posibilidad participación para tomar decisiones a su favor.

Esta gente que no aparece en las fotos sociales de los diarios, que no son candidatos de ningún partido político, que no pertenece a ninguna elite, que tiene las manos limpias, que no saquea las riquezas de país, por el contrario, está endeudada y debe hacer malabares para subsistir, ya no quiere callar, sino dejar libre su bronca y rugir fuerte para que los muros se desplomen y dejen de una vez por toda crecer libres a las personas que sufren, que lloran, que maldicen por sentirse pisoteadas por las AFP, las Isapres, las financieras, los bancos, las multidiendas, las compañías de seguro y por toda la ralea de pillos (algunos disfrazados de progresistas) que responden servilmente a la lógica de los poderosos.

Hoy apreciamos que en el actual esquema nacional es imposible que la gran base social se vea representada en una institucionalidad que es manejada y controlada por el gran capital. Es por ello que las fuerzas sociales alternativas e independientes pueden y deben levantar sus banderas unitarias y de clase, para que flameen en la vanguardia del pueblo indignado.

Así como ayer nos emocionamos con los cánticos espontáneos de la gente que boceaba “vecino sale a luchar para que puedas vivir con dignidad”, mañana puedo conjeturar que nos alegraremos cuando veamos que son muchos más de cuatro mil los que imaginan un mundo mejor: más digno, incluyente, justo, solidario y auténticamente democrático.

Estoy seguro que, paso a paso, todos los postergados socialmente seguirán despertando y marchando por las avenidas, decididos a generar los cambios que necesita está región, la que ha estado cercada desde prístinos tiempos por los pétreos acantilados, herida con estigmas de maldición y preñada con la sangre derramada por los obreros del salar.

Tengo la confianza que ellos y ellas, hermanados con los principios universales de igualdad, fraternidad y libertad, serán capaces de crear un nuevo porvenir, donde seamos iguales ante la ley, donde no exista las codicias de clase,  lo cual abone el terreno para fundar condiciones más igualitarias de vida y, finalmente, donde se pueda elegir lo que es mejor para cado uno, sin depender del centralismo ni de las cúpulas políticas arcaicas y déspotas que, lamentablemente, se mantienen incólumes, al igual que un siglo atrás.

Por supuesto, el primer objetivo que debemos conseguir para provocar cambios en el país y, en consecuencia, en nuestro territorio regional, es transformar la Constitución de 1980, creada por la dictadura, por otra que permita resguardar los derechos de los ciudadanos y que fomente la participación de todos y todas en la toma de decisiones relevantes para nuestra nación.

La unidad de las fuerzas y organizaciones sociales populares es ahora, más que nunca, la orden del día, para evitar que este movimiento sea instrumentalizado por los “curacas” del poder  y por los oportunistas políticos que únicamente piensan en sus egoístas beneficios y en sus “egos” desperfilados por culpa de su propia inoperancia, la falta de consecuencia y la miopía política que los caracteriza.

 

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