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Daniel Ramírez G. / Ingeniero Comercial –  Economista La sociedad en que vivimos nació como producto del enfrentamiento entre la forma de vida encarnada por... Política y dinero: con peras y manzanas

Daniel Ramírez comDaniel Ramírez G. / Ingeniero Comercial –  Economista

La sociedad en que vivimos nació como producto del enfrentamiento entre la forma de vida encarnada por la institucionalidad feudal y la de la floreciente burguesía nacida dentro de ella. Esta burguesía era el sector de esa sociedad, que producía y generaba los ingresos que la sustentaban. Este enfrentamiento, que es un comportamiento normal en el desarrollo de las sociedades, tiene su símbolo político social máximo en la revolución francesa, que derroca a la monarquía de turno y entrega el Estado a una nueva clase, que pasa a ser dominante hasta hoy.

La sociedad burguesa, que se ha desarrollado teniendo como base la economía capitalista y como oráculo social al mercado, ha cumplido ya más de 220 años y, como lo decían Marx y Engels en el manifiesto comunista: “La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario.” Lo que ha significado generar un desarrollo explosivo en la ciencia, la tecnología, la producción y en todos los aspectos de la vida en sociedad. Como consecuencia, en su seno se ha engendrado el imperio más poderoso que haya existido en la historia de la humanidad.

La construcción de la nueva sociedad se ha hecho bajo la rigidez de un marco inconmovible; libertad ilimitada para comerciar, el mercado como árbitro de todas las decisiones y el uso masivo y único del dinero como medio de intercambio. En el camino se reemplazó el régimen laboral basado en la servidumbre, por el trabajo asalariado.

Poco a poco se fueron elaborando las normas por las que se debe regir la sociedad, para que el sistema de vida conseguido, esté a resguardo de cualquier retroceso y pueda desarrollarse en toda su potencialidad.

Así fue repitiéndose la costumbre y posicionándose la cultura que actualmente rige nuestras vidas. Nosotros la asumimos como algo obligatorio, porque está allí desde antes que naciéramos, porque nuestros padres la respetaban, porque todo el mundo la respeta. Toda la legislación existente en el mundo capitalista, está sustentada en esta base cultural.

La sociedad que hemos creado, es un monstruo que solo se inclina ante el dinero y que infecta y contamina a sus miembros, con el deseo de lucrar y acumular riqueza. Se ha valorado la competencia por sobre la solidaridad. La imagen de “triunfador” en esta sociedad, implica la falta de escrúpulos y una gran ambición por la obtención de riqueza. El fin justifica los medios, si se tiene éxito todo se perdona.

Nuestra sociedad está estructurada en función de su economía y como se aceptó heredar de la sociedad anterior, la existencia de la propiedad privada, que era un complemento indispensable para sustentar la jerarquía social en la sociedad feudal, terminamos asumiendo que los dueños del capital eran los personajes más importantes de la naciente sociedad. Como en la sociedad anterior, a más riqueza más importancia.

Encontramos normal que en esta sociedad existan seres con distintas categorías. El empresario, que es el que tiene la propiedad de las empresas productivas y financieras, tiene el estatus más alto. El trabajador intelectual o manual, profesional u obrero, deportista o artista, tiene un rango inferior. Lo más importante en esta sociedad, no es el ser humano, sino lo que él posee. La legislación y la institucionalidad lo reflejan así.

Encontramos natural que haya clases sociales y que las diferencias entre ellas sean económicas. Hay mundos distintos y ocultos unos de otros. Solo las nanas que viven en los barrios pobres, están autorizadas para conocer la opulencia con que viven los señores del barrio alto. Allí hay escuelas, Universidades, clubes, restaurantes, cines, parques, supermercados, tiendas y todo lo necesario para tener una vida de rico de país del primer mundo.

La burguesía se cuida muy bien de autoreproducirse “sanamente” y por lo tanto, no parirá a sus hijos en lugares llenos de plebeyos, ni los enviará a estudiar en escuelas donde pueda haber algún “flaite”.

En todo este marasmo cultural hemos llegado a vivir en una sociedad en que todo se entiende como bien de consumo, todo se vende y todo se compra, lo que no pueda ser objeto comercial, no tiene derecho a existir. Es casi natural entonces, que cuando se enfrenta una elección política, no se  piensa en la persona que pueda ser más capaz de desempeñar ese cargo, sino en quién es capaz de ganar la elección y, en ese contexto, buscamos lo que culturalmente es recomendable. Las leyes del mercado dirán que hacer. ¿Cuál es el candidato que podemos vender mejor? ¿Qué quieren comprar los electores? ¿Cómo podemos hacer que los electores deseen comprar nuestro candidato? ¿Qué características debe tener ese producto? Para esto las campañas propagandísticas son fundamentales y, por lo tanto, la cantidad de dinero de que se disponga es de primera importancia. ¿Puede dudar alguien que las empresas o el sector empresarial juega un papel determinante en esta operación?

Y una vez que elegimos al candidato ¿Qué papel juega el dinero?

A los representantes políticos que elegimos, se les asignó una remuneración del más alto nivel, con la idea de que eso los haría inmunes a la corrupción, pero sucedió todo lo contrario, sus altos ingresos les permitió acceder al mundo de la gente linda y, terminaron vinculados a los negocios habituales de la burguesía.

Cuando los representantes del pueblo, llegan a un mundo desconocido y maravilloso para ellos, pronto asimilan su cultura y comprenden que tendrán una cuasi impunidad ante las leyes y que tendrán acceso a todos los privilegios contra los que antes reclamaban. Son pocos los que se resisten y siguen fieles a sus promesas de candidato.

Como dice acertadamente un humorista, todos terminan siendo ampolletas, es  decir, atornillando para la derecha.

Al reventar PENTA y quedar al descubierto la concomitancia comercial que hay entre los dueños del dinero y los que administran el poder político, se han destapado nuestras fosas nasales y hemos comenzado a cansarnos del  olor a estiércol que tiene el mundo en que vivimos.

En los últimos años hemos conocido varias muestras de la conducta de nuestra clase empresarial, la colusión de las farmacias, la de los productores de pollos, de los buses interurbanos, el caso La Polar, el caso Cascadas y ahora, la guinda de la torta: El caso PENTA-SQM.

El sector político de la sociedad es el más expuesto, por su carácter público y porque sobre él están puestos los ojos de quienes aún tienen esperanza y de los que entienden, que la política es indispensable para el desarrollo democrático de una sociedad.

La clase dirigente acusó el golpe y reaccionó como siempre lo hace en estos casos, como si no supiera lo que estaba sucediendo y anunciando la necesidad de generar los cambios necesarios, para que estas “caídas del sistema” no se repitan. Ellos saben que si no lo hacen, podría suceder que a los fumadores de opio se les ocurra que la solución es una asamblea constituyente y para ellos, eso sería fatal.

Se habla mucho de probidad, de ética y de la corrupción que poco a poco nos va invadiendo, olvidando siempre decir que para los perseguidores del lucro, la corrupción es una herramienta de trabajo.

La ética, que no es otra cosa que la calidad de la conducta con que se enfrentan las inter relaciones la vida en sociedad, no depende de que haya una ley que la defina, que prohíba o permita ciertas normas de conducta, sino que, depende de que el individuo tenga la calidad humana, que lo convierte en un espécimen útil y necesario para su sociedad.

Estamos hablando de calidad humana.

Calidad humana que no han mostrado políticos y empresarios, puesto que las leyes para evitar lo que han hecho, ya existían. Lo que ellos decidieron fue actuar al margen de la ley y está claro, que cualquier ley que se haga, los que están acostumbrados a transgredirla, lo seguirán haciendo.

El juego de la burguesía es justamente, violar las leyes existentes cuando el premio es el lucro. Y si hay que corromper a alguien, hay que hacerlo, porque es parte del juego. Esas leyes son hechas para el perraje, no para ellos.

Como dijo muy acertadamente el presidente de la Corte Suprema de Chile, esto es cuestión de valores, no de leyes.

El caso de la probidad u honradez de los dirigentes políticos que manejan los destinos de nuestra sociedad, es el mismo. A quien no le entregaron el chip en su hogar o educación, difícilmente será un individuo confiable.

¿Por qué?

Porque la moral y las leyes están hechas para ser permisivas con el nivel superior de la sociedad y nuestros representantes políticos, cuando son tentados de entrar a ese nivel, la mayoría lo hace encantado.

Nos criamos y educamos en una sociedad, que tiene una moral hecha a la medida para que el sistema de mercado se introduzca y controle todos sus rincones. Es una moral que acepta como válida, toda actividad que tenga un fin comercial destinado a generar lucro y nuestros representantes políticos, antiguamente servidores públicos, han hecho hoy de la política una profesión liberal.

Ya es tiempo de quitarle la pelota a la clase política y tenerla en el lado de quienes son realmente los generadores del poder político, del lado del  pueblo, o de los ciudadanos, como se dice hoy. Las organizaciones sociales que representan a esta mayoría organizada, deben ser las que decidan las reglas que den más garantías a la sociedad.

Sabemos que la repetición de las conductas poco éticas, que normalmente no son sancionadas por la ley, terminan afectando fuertemente el desarrollo de la democracia, a través del desprestigio del servicio público y la falta de confianza en los representantes políticos.

La única forma de evitar esta conducta poco cívica, es incorporar a la institucionalidad nacional, la participación democrática de los ciudadanos a través de plebiscitos vinculantes, que permitan la revocación de los mandatos de cualquier autoridad que haya sido elegida democráticamente.

En resumen, tenemos elecciones políticas en que los candidatos son verdaderos productos de consumo, en que las campañas de propaganda están enmarcadas en intensas campañas de marketing, que por lo tanto, necesitan ingentes cantidades de dinero, que habitualmente los candidatos no tienen. Es evidente que las empresas aportaran a los candidatos de los partidos que son afines al sistema, no se conoce una empresa que aporte al P.C. Lo anterior significa que bajo ningún punto de vista, las elecciones se harán en términos de igualdad. Así se cae en la propaganda masiva, que gracias a nuestra tendencia cultural, termina engañando al electorado que generalmente, vota por el más publicitado y no por el mejor.

Algunas de las medidas que no deberían estar ausentes en una legislación destinada a controlar la desigualdad electoral, generada por la actual relación entre la política y el dinero son las siguientes:

-Financiamiento estatal e igualitario para los eventos electorales.

-Pérdida del cargo por transgresión a la legislación.

No más de una reelección.

-Desaparición del fuero parlamentario. Todos somos ciudadanos iguales en cualquier circunstancia.

Revocación del mandato de los representantes electos, a través del mecanismo electoral, cuando los electores lo consideren necesario.

-Prohibición a las empresas y sus dueños de financiar cualquier evento político.

-Si se aceptara el financiamiento de las personas, debe de haber un máximo igual para todos y que sea posible a todos aportarlo.

-Facultar y equipar al Servel para fiscalizar el desarrollo de las campañas políticas de cada candidato y partido.

-Establecer el plebiscito como instrumento normal de participación democrática.

Todas las medidas que se propongan deben ser sometidas a plebiscito popular, para que no influya en su aprobación, la opinión interesada de los miembros del Congreso.

-Cuando se defrauda al fisco o a la sociedad, tributariamente o por acciones económicas, las posibles multas deben a lo menos cubrir el 100 % del fraude.

-Ninguno de los Diputados, Senadores o ex candidato vinculado a los aportes irregulares de empresas a sus campañas, podrá ser repostulado a un cargo público.

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