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Guillermo Jorquera Morales, ex director de Teatro Faltando algunos minutos para las 22 horas en una atiborrada sala de teatro, el público espera un...

Guillermo Jorquera Morales, ex director de Teatro

Faltando algunos minutos para las 22 horas en una atiborrada sala de teatro, el público espera un próximo episodio. Un técnico o tramoya,aprovechando que no todo el mundo percibe sus movimientos, prepara con sigilo una novedosa trampa. Pronto, los presentadores del evento anuncian el próximo trabajo que Desierto Escénico, tiene preparado para esa noche… Y comienza el proceso de atrapamiento.

Un multimúsico, con su guitarra, lakita y otros elementos musicales, se ha instalado en un estratégico lugar del escenario y la trampa empieza a funcionar, aparece un ancho personaje femenino altiplánico con una máscara identitaria que ayuda a su vestuario, es doña Anita, que baila, canta y cuenta que está cuidando su plantación de zanahorias en un sector de nuestra zona cordillerana, pero que lamentablemente un conejo se la ha malogrado comiéndose una importante parte de su producción. Su lamentación va de la mano con urdir un plan para deshacerse del conejo… y empieza a pensar en el zorro.

Y sin querer el público entra a jugar en ese cuento, se entera  con sorpresa que el actor es el supuesto tramoya, que en el transcurso dela narración se ha sacado y puesto diferentes máscaras; de zorro, de conejo, de mujer aymara, para volver a jugar al relator,  y que los mantiene atrapados en un mundo de realidades y fantasía encantadora.

Paseando por la historia con una fábula didáctica, al estilo de Esopo, cautiva a su público, de todas las edades, con un jugado relato de inteligentes animales, que se replican en los hombres, va recordando con bailes y zeteos a los “conquistadores” de américa, mezclándolos con íconos símbolos y situaciones identitarias locales.

Es indudable que el aporte del multimúsico es fundamental para el éxito de la puesta, pero el dominio escénico del actor es notable, se instala en el escenario y desde allí domina todo lo que está en su derredor, maneja los elementos de apoyo, monologa consigo mismo, da órdenes al músico, incorpora al público a su mundo de ficción, y lo hace jugar como lluvia, como semilla, como flores, y éste encantado juega feliz.

Este actor, cuentacuentero, que se desplaza activamente por el escenario, y que lo hace con mucha energía, con ritmo veloz, baila y encanta con su gracia, es una persona de un físico poco común para esta labor, debe pesar más de 90 kilos y su entorno de cintura delata su  envergadurasanchopancesca, sin embargo él utiliza como ventaja su cuerpo para trasladar al público a un mundo de graciosa fantasía y encanto. El público se va feliz, contento, sano, como saliendo de las manos de un terapeuta, y ya liberados de la trampa.

La Agrupación teatral se llama “La Tranca” y el actor es Alfredo Pizarro, conocido en el ámbito teatral como el Chachán, además de actuar y dirigir su compañía, es un investigador, académico y profesional de la sociología.

La historia jugada es el cuento “El Conejo y el Zorro”, una de las tantas obras que se presentaron en el Encuentro de teatro iquiqueño que la Compañía La Desierto, con el financiamiento del FONDART Regional y la creatividad de las compañías participantes, produjo durante una semana del mes de abril en la Sala Akana-Teatro, junto a Programadores de salas y festivales del Norte Grande de Chile.

Fueron seis luminosos días de teatro iquiqueño en los que participaron las siguientes compañías:Colectivo Iluri, La Desierto, Mago Conejo, Que Diantres, La Chusca, La última Compañía de Teatro, Payaso Calcetín, Saltimbanqui, En la Cuerda, y los dueños de casa, Akana-Teatro. Lugar donde Chachán instaló la trampa de “La Tranca”.

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